Un país niño que no renuncia a sus sueños: los alumnos del colegio Fernando Soto Aparicio, de Bogotá
El
pasado mes de mayo me encontraba en Bogotá a donde viajé, como todos los años, a
visitar a la familia y lo hice con el poeta español Jorge Urrutia, con quien comparto
mi vida y mis ilusiones. Nuestra estancia fue muy especial en esta oportunidad
porque pudimos conocer de cerca un país niño, pleno de vida, que se entrega sin
reservas a quienes captan su atención,
lo que implica poder ofrecer algo más atractivo que los juegos de los
dispositivos móviles, que actualmente ocupan buena parte del espacio mental de
los pequeños.
Ante
ese reto nos encontramos al aceptar la invitación de mi hermana Aurora para
hablar de la lectura y de la literatura con los niños de la institución donde trabaja desde hace más
de veinte años: el colegio Fernando Soto Aparicio del barrio Kennedy de Bogotá.
Gracias a esta invitación, tuvimos la oportunidad de conversar con los alumnos,
quienes nos tenían reservada una tanda de preguntas sobre el oficio de escribir,
al que muchos de ellos no eran de ningún modo ajenos.
Al llegar al colegio, lo primero que llamó nuestra atención fue la pulcritud de sus estancias, la dignidad y el decoro de sus salas, el cuidado barniz de la madera y el lustre de sus suelos. Todo esto contradice la opinión generalizada de que nuestra sociedad maltrata y destruye lo público. Además, a quienes dicen que no importa la apariencia, porque lo que se lleva dentro es lo que cuenta, les podríamos responder que la apariencia no pocas veces evidencia lo que se lleva dentro. En este caso, un sentido del orden y una disposición del espíritu para la armonía y la belleza, lo que se confirmó con la amabilidad y el cariño de su rectora, Gladys Castro, de los profesores de lengua y literatura, también de otras asignaturas, y de su bibliotecaria.
No
dudo, en ningún momento, que muchos de los niños de este colegio proceden de
hogares con dificultades, hogares muchas veces rotos y disfuncionales, motivo
de sinsabores y tempranas decepciones. Por eso quizás eligieron como actividad
literaria la lectura de un capítulo de mi novela Prohibido salir a la calle. Escogieron precisamente “Papa en casa”,
del que me ofrecieron su visión a través de unos dibujos que dan cuenta de su mundo
interior, de lo que los motiva o los hace reír.
Como autora, tengo que estar agradecida por el trabajo que el colegio lleva a cabo a favor de la lectura. Me imagino que este propósito tiene mucho que ver con el hecho de que la institución lleve el nombre del escritor Fernando Soto Aparicio (1933-2016), a quien se le rinde tributo leyéndolo y comentando su obra. La rebelión de las ratas (1962), novela que significó su consagración, da cuenta de los esfuerzos de un hombre por sacar adelante a su familia en medio de las dificultades económicas. Un concierto de circunstancias sociales parece confabularse en contra de tan nobles propósito. Las familias de los niños de este colegio no son ajenas en absoluto a los esfuerzos del personaje de La rebelión de las ratas.
Como autora, tengo que estar agradecida por el trabajo que el colegio lleva a cabo a favor de la lectura. Me imagino que este propósito tiene mucho que ver con el hecho de que la institución lleve el nombre del escritor Fernando Soto Aparicio (1933-2016), a quien se le rinde tributo leyéndolo y comentando su obra. La rebelión de las ratas (1962), novela que significó su consagración, da cuenta de los esfuerzos de un hombre por sacar adelante a su familia en medio de las dificultades económicas. Un concierto de circunstancias sociales parece confabularse en contra de tan nobles propósito. Las familias de los niños de este colegio no son ajenas en absoluto a los esfuerzos del personaje de La rebelión de las ratas.

Al ver a las maestras y al escuchar las preguntas de los niños, Jorge y yo no olvidamos la importancia de ese momento irrepetible. Él intentó hacerles tomar conciencia del valor del idioma que hablamos, de su riqueza y potencialidades, así como de la extraordinaria tradición que porta. Con los niños tuvimos el privilegio de hablar de poesía, de explicarles la función poética de la lengua, la importancia de saber desde dónde hablamos y a quien nos dirigimos. A su vez, los niños nos enseñaron sus escritos, nos plantearon dudas y nos obsequiaron con su afecto. Cómo no conmoverse con su respuesta en un medio tan poco propicio, como Kennedy, zona Sur de una ciudad en la que quizás se puede llegar a creer que sólo las élites tienen el privilegio de la belleza.
Claro que no, pues quienes conocimos las dificultades para salir adelante, como decían nuestros padres, sabemos que no es así. Por tanto, deberíamos
trabajar sobre la noción de belleza, sobre los momentos inolvidables de la
vida. Tal vez la luz que nos guía en medio de la oscuridad e incertidumbre, la
fortaleza que nos inyecta la capacidad de soñar, proceda con más intensidad de
la verdad de algunos libros. No olvidaré jamás a los personajes infantiles de
novelas, como la niña de Un árbol crece
en Brooklyn, de la norteamericana Betty Smith, a quien la devoción por la
lectura salva de la miseria espiritual y la ayuda a superar la marginalidad y
la pobreza que se confabulan en contra de los suyos. Deberíamos recuperar la lectura, como una de las pocas
posibilidades de felicidad que tenemos, lo que implica reservarnos el derecho a
aislarnos del mundo y encontrarnos con nosotros mismos, en algún momento, a sumergirnos
en la ficción, alejados de los videojuegos y de toda herramienta que nos aliene
y mutile nuestra capacidad de discernimiento y nuestro irrenunciable derecho a elegir.
Consuelo y Jorge, escritores que dejan huella, que con su conocimiento y cordialidad se hacen inolvidables. Gracias por dedicar un rato de su tiempo con nosotros, los del colegio FSA, por motivarnos a leer a diario, y a adentrarnos en este maravilloso mundo de la imaginacion, la creatividad y la inteligencia. Y, gracias, porque a través de este medio, este punto en Bogota, en las entrañas del sur de mi pais Colombia, un punto de esperanza se manifiesta, se devela, se muestra.
ResponderEliminarHa sido un placer para nosotros descubrir este pequeño y grandioso universo familiar para nosotros que fuimos niños lectores y aprendimos a soñar con los libros. Con todo nuestro afecto y admiración. Consuelo y Jorge
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