Escritoras y escrituras VI. Lina María Pérez Gaviria, ¿el género en disputa?
Las
disputas de género palpitan en la atmósfera social y especialmente en las redes,
donde golpean con tuits, imágenes, símbolos y eslóganes. Por la fuerza y la
densidad de sus manifestaciones los sujetos parecen proponerse romper el
sistema. Pasiones, convicciones o razones, es difícil discernir, distinguir lo
que cada quien pretende ser o lo que aspira a alcanzar. Ni feminismo de la
diferencia, ni feminismo de la igualdad, ya no valen estas dos corrientes en
las que se sitúan quienes no se sienten representadas por el discurso
hegemónico ni por las respuestas o reacciones, ante la avalancha de sus
reclamos. No, resulta que hay algo más allá de la dualidad antagónica de ‘femenino’
y ‘masculino’, algo que va más lejos de la distinción entre sexo y género: el
cuerpo es un medio que aloja una u otra subjetividad al margen de la biología.
La primera Premio Abel, que se considera el Nobel de Matemáticas, Kareh
Uhlenbeck, en una entrevista hoy (23/III/2019) al diario El País, reconoce su deuda con el feminismo, pero aclara lo poco
que le interesa la distinción de género o sexo: “Soy una persona matemática que
resulta ser mujer. Nunca me he sentido a gusto siendo la mujer matemática”,
pues prefiere ser valorada por su trabajo, no por su condición de mujer.
En
El mismo lado del espejo (2016), la
escritora colombiana Lina María Pérez Gaviria propone una salida audaz a la
discriminación que sufren las mujeres, en este caso, en el mundo del arte. Su
personaje, Antonia Otero, cuya vocación para mentir la ayuda a romper los
rígidos moldes de la sociedad a la que pertenece, decide elaborar una ficción
dentro la ficción dando vida a un personaje masculino a través del cual ella
puede realizarse como artista y exponer su obra en galerías y museos y alcanzar
el reconocimiento que se le niega: Víctor / Victoria, más de una vez la literatura nos ha presentado esta dualidad no solo en la ficción, sino en la vida literaria. ¿Cuántas mujeres destacan el mundo del arte?
Es la paridad que la política pregona, pero que en la práctica depende de
muchos factores. Por suerte nos queda la literatura para abordar en la ficción lo que no siempre es posible formular sin despertar suspicacias, sin degenerar en consignas ideológicas en contra de algún otro fantasma también ideológico.
Pérez Gaviria pone esta
realidad ante el espejo, en el centro de su ficción narrativa, mediante la
construcción de un sujeto femenino complejo que busca una identidad fuera de
las normas del entorno en el que ha crecido, sin renunciar al placer ni a la
felicidad. En su etapa formativa la muchacha encuentra aliados que le permiten
explorar otros mundos, entre la fantasía y la curiosidad por lo desconocido. Mediante
la metáfora de la ciudad de hierro incursiona en un mundo encantado que
constituirá la materia poética de su obra pictórica. Entre uno y otro amante
busca también el amor, consciente de que dar rienda suelta al deseo es provocadoramente
subversivo.
La autora se vale de un
lenguaje pleno de metáforas visuales, “mamá pronosticó que nuestra casa se iba
a desintegrar”, “carcajada cromática con olas de mar en pinceladas puntillosas;
de frases sinuosas e inesperadas: “empecé a vislumbrar las bifurcaciones de mi
mentira”; o de efectos sonoros y evocaciones nostálgicas: “nuestras carcajadas
se desvanecieron en el martilleo de la lluvia”, recursos al servicio de la
amenidad y de la tensión de un relato cuya intriga gira alrededor de su mentira y de las proporciones que alcanza.
Bajo la firma de
Gabriel Talero, el otro yo de Antonia, emerge una pintura que, según la crítica, es vibrante y desconcierta por la audacia de sus trazos, por la firmeza de su mensaje y por su
postura ante el mundo. Pese a todo, quienes apuestan por esta obra advierten que de
haber sido realizada por una mujer no hubiera tenido ninguna posibilidad de
triunfar. Por tanto, Antonia asegura la presencia de su otro yo, en tanto de ello depende la supervivencia de su arte. El
éxito consiste en que se le piden trabajos para edificios oficiales y casas
privadas, que recibe invitaciones de galerías y museos de prestigio
internacional, pero también entrevistas que ponen a prueba su capacidad de
sostener el engaño.
Entre el pasado y el
presente, entre los valores de su clase y la fuerza creadora, Antonia no
renuncia a los logros cosechados y aprende a vivir con ese otro yo masculino
que por momentos la mira y parece exigirle una presencia constante, lo que implica altas dosis de vida, soledad y entrega al arte: “Dar vida a un
prometedor pintor era un reto, no sólo ante las hermanas de la galería, sino
ante mí. Un juego de espejos en el que Gabriel sería mi propio reflejo, mi
doble travestido, una estrategia para que él me suplantara…”
Parece muy interesante y con temas, sin duda alguna, que caen en lo controversial. Por lo que dices al principio, sí. Las redes sociales parecen sacar lo peor que cada uno lleva dentro.
ResponderEliminarSaludos.