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Mostrando entradas de noviembre, 2016

Narrar la violencia en Colombia

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En una mesa redonda celebrada el pasado 27 de octubre en Logroño (España), en la que participé con colegas colombianos, se abordaba la relación entre la literatura y la guerra. Era necesaria una reflexión sobre los vínculos entre literatura y realidad en Colombia, un asunto, en el fondo, ya superado por los escritores del siglo XIX, quienes comprendieron los límites del realismo. La novela, más que “reflejar” la realidad, construye otra realidad seleccionando y organizando los datos que le ofrece la experiencia. Lo hace de acuerdo a las normas y las leyes que el creador establece para el mundo al que pretende dar vida. En esto la novela se distancia de la crónica, se independiza de lo que se entiende por lo “real”, para que el autor pueda dar rienda suelta a la imaginación. Su compromiso será con la ficción, o con su postura frente a los hechos que sacuden a la comunidad, como bien lo expresara Gabriel García Márquez en un artículo publicado en 1959. Al respecto, el periodista puert

A la memoria de mi amigo Enrique Romero

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Hay personas que pasan por nuestra vida sin dejar huella pese a haber alterado nuestro destino. El tiempo va emborronando los nombres y los recuerdos hasta hacer desaparecer a quienes se convirtieron en obstáculo, o en mediadores, en el camino de los sueños. En cambio, hay otras que se quedan para siempre, por la influencia que ejercieron en nuestra manera de ver y percibir el mundo. Dejo aparte las relaciones familiares, ya que pienso solo en los amigos, criaturas elegidas con quienes compartimos experiencias, lecturas, ideas y actitudes vitales, aquellos que hicieron posibles complicidades y muestras de lealtad, en los momentos difíciles. La amistad suele ser un privilegio y un don que reciben las personas que aprendieron a dar. Pero no siempre la amistad es diáfana. Depende de cada quien, de la paz que apacigua los temores, de la luz que ahuyenta los fantasmas, de la confianza en el otro y de la espontánea generosidad que pudiéramos apreciar o manifestar. Con raras excepcione

El Quijote desde América*

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De la temprana recepción del Quijote en América tenemos noticias por las crónicas que refieren la vida en La Indias. Se tiene noticia de que la obra no solo fue leída enseguida, sino que los personajes alcanzaron de inmediato celebridad al ser representados en piezas teatrales, como la que se llevó a cabo en la población de Pausa, en el virreinato del Perú, en el año de 1607, con motivo del nombramiento del virrey de Montesclaros. En “Cauallero de la Triste Figura don Quixote de la Mancha...”, actuaban los nativos engalanados como suponían deberían estarlo don Quijote, el cura, el barbero y Sancho Panza. Francisco Rodríguez Marín señala que hubo festejos similares en otras ciudades peruanas, así como en Nueva España, actual México, a lo largo del siglo XVII e incluso en el XVIII. No debe extrañarnos que esta obra se conociera tan pronto en Hispanoamérica, si se tiene en cuenta que la suerte del Continente americano ha estado íntimamente unida al libro y a la escritura desde su descu