Pájaros debajo de la piel y cerveza, Araceli Otamendi

Araceli Otamendi (Quilmes, Buenos Aires), directora de la revista digital Archivos Sur, obtuvo con esta novela el Premio Edenor a Escritores Noveles de la Fundación El Libro, en el marco de la XX Exposición Feria Internacional de Buenos Aires en 1994. Se trata de un original, ameno y mordaz relato policíaco que en ningún momento cae en la banalidad en la que suele incurrir un género que confía demasiado en el manejo de la intriga. Se abusa, creo, de elementos como el crimen y sus circunstancias, de la corrupción de los poderes, las arbitrariedades de la justicia o las trampas de la belleza femenina. A menudo encontramos personajes estereotipados, como el detective solitario que se da a la bebida y padece problemas gástricos a los que se achaca su mal carácter. En otros relatos estamos ante situaciones tópicas que pretenden divertir, malentendidos o disparates que distraen la atención del lector mientras sigue la pista del asesino.
La finalidad del relato policíaco no es otra que divertir y esta es acaso la razón por la que no se le exige hondura ni complejidad en el tratamiento de personajes. Pero el género puede llegar a ser “muy serio” y al mismo tiempo manejar al lector en tramas enrevesadas en las que se mueven distintos hilos que lo llevan a lanzar hipótesis y a verificarlas. Los silogismos de un Sherlok Holmes, por muy cuestionables que sean, pueden hipnotizar al lector y hacerlo caer en el error. He aquí el talento del autor para manipularlo. Y es que se requieren habilidades narrativas para desarrollar un género que en Latinoamérica en las últimas décadas ha servido de pantalla para mostrar la corrupción de la sociedad: drogas, narcotráfico, prostitución, venta de armas, guerrillas, violencia social y política. Pues bien, ninguno de estos elementos hace parte de este relato en el que Araceli Otamendi ha sabido conjugar el talento narrativo con la capacidad de penetración en la psicología de los personajes y la consolidación de un lenguaje muy personal por su frescura y plasticidad.
Dividida en 21 capítulos, la novela conecta Buenos Aires con un pueblo de Alemania donde parece que nunca sucede nada. Allí un párroco es sorprendido por el paso de una mula caminando por la nave central de la iglesia, mientras el sacristán oculta un arma bajo el sobaco. Este lleva quince días trabajando con el párroco desde que llego de Buenos Aires. Las situaciones insólitas desde el comienzo se asumen con normalidad, entre digresiones que aportan una visión peculiar del entorno y de los personajes. Como ejemplo también sirve la señora Engels de quien se nos dice que solo tuvo relaciones sexuales una vez en su vida. Tres renglones aparte se explica que es por causa de la guerra que le arrebató al marido un día después de la boda. Estos datos se mezclan con la descripción del entorno y la actividad realizada por los personajes. Así estamos atentos no solo a la intriga, sino a la historia de cada uno, tanto como a los detalles que constituyen su mundo, esperando con este conocimiento adelantarnos al autor, respecto a lo que va a ocurrir y al papel que ellos jugarán en el desarrollo de la trama.
El asesinato, cómo no, es lo que conecta a aquellos de quienes se nos facilitan los rasgos que los definen, que también se pueden apreciar en los diálogos: irónicos, agrios, directos o evasivos. En resumen, en esta novela, como en sus cuentos, la autora concede una gran importancia al detalle y al manejo del tiempo con lo que demuestra gran virtuosismo a la hora de abordar un género en el que las mujeres han incursionado con éxito, desde la paradigmática Agatha Christie, pasando por la perversa Patricia Highsmit hasta la truculenta Fred Vargas. La matemática rige aquí la narración, en cuanto a los distintos tiempos y espacios que encierran la trama en un viaje de ida y vuelta a Buenos Aires. Si bien la novela empieza en la sacristía, en los últimos capítulos volvemos al lugar para retomar los hechos y reconstruir la historia con nuevos elementos. He de añadir que tampoco faltan el amor, el sexo, la venganza, ni el alcohol, en este caso cantidades ingentes de cerveza, que unen a los protagonistas Mónica y Ludwing. Sería desconsideración por mi parte revelar el sorpresivo desenlace, pero no tengo más remedio que celebrar el hecho de que aquí el crimen ocurra con posterioridad a la solución del mismo. Espero no estropear con este dato la lectura de la novela.

Comentarios

  1. ¡gracias por la reseña! estimada Consuelo, un abrazo desde Buenos Aires

    ResponderEliminar
  2. Querida Araceli, me alegra que te haya gustado. Como puedes ver, he enmendado el error en el título. Un abrazo!!

    ResponderEliminar
  3. ¡gracias! Querida Consuelo, he publicado una nota en la revista:
    http://revistaarchivosdelsur.blogspot.com.ar/2014/07/una-resena-de-la-novela-policial.html
    un abrazo grande

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Era como mi sombra, Pilar Lozano y su compromiso con la infancia*

Manuela, de Eugenio Díaz Castro

Darío Ruiz Gómez, Las sombras