Purgatorios de aquí y allá, Sofi Oksanen

De las guerras y las revoluciones, o contrarrevoluciones, no se salva nadie, ni los que se quedan, ni los que huyen o son deportados. Los primeros deben renunciar a lo que fueron, someterse a los vencedores traicionando no solo a los suyos, sino a sí mismos. Para disipar cualquier duda en torno a ellos, pierden su pasado, borran sus signos de identidad y aprenden a separar lo que dicen de lo que sienten. Estos suelen caer muy bajo ya que solo ascienden denunciado a sus vecinos y a menudo traspasan los límites morales recurriendo a la calumnia para arrebatarle a los otros lo que codician. Los segundos, fuera del sistema impuesto por los vencedores, están condenados a no arraigar en ninguna parte. En su huida arrastran la nostalgia del pasado perdido, de los lazos familiares, de las raíces y de la historia que los constituye. Solo tienen como compañía el miedo y la desesperanza del extranjero, eternamente perseguido por sus fantasmas y, por los suyos, que son los mayores enemigos. Purga de Sofi Oksanen pone en evidencia esta verdad que hiere como una espada de fuego y mata cualquier esperanza en el ser humano.
Publicada en 2008, la novela nos sitúa en dos tiempos distintos, entre 1949 y 1992. Son dos fechas claves, pues tras la ocupación soviética de las repúblicas bálticas -antes ocupadas por la Alemania nazi-, en 1949 fueron deportados a Siberia aproximadamente 40.000 estonios que se resistían a las medidas impuestas por el sistema soviético de colectivización de las tierras; y en 1992, tras la caída de la Unión Soviética, entró en vigencia una nueva Constitución para esa Estonia libre que tantas vidas costó a lo largo 43 años.
Se trata de las hermanas Aliide e Ingel Truu y del hombre que aman: Hans Pekk, veterano estonio perteneciente a la agrupación “Los hermanos del bosque” quienes se resistieron a los rusos, hasta que fueron eliminados inmisericordemente. La hermana menor, envidiosa del amor que se profesan su hermana y su cuñado, la que se queda, va cocinando en silencio la venganza, no solo por maldad, sino por no tener otra alternativa para salvarse: asimilarse al enemigo, entregarse a él después de haber sido violada y humillada, y de denunciar a su hermana y sobrina para conservar la casa y las tierras a las que se siente ferozmente arraigada, pero, sobre todo, al hombre que ama y que debe ocultar en el lugar más recóndito, lo que la obliga a estar alerta en todo momento. La otra, quien es deportada por los rusos, vive una asfixiante existencia anónima en Vladivostok, con la hija y la nieta. Esta última es el único consuelo de Ingel que en secreto le enseña a hablar a estonio. Linda, la hija de Ingel, no se recuperará jamás de los traumas de su infancia torturada y sofocada por los enemigos. Alerta, tras los visillos, espía a los posibles agentes que se acercan a la casa y no volverá a dormir en paz, como su hermana, la espía y traidora que la entrega a los rusos. Son tantas las restricciones a las que el régimen soviético somete a estas criaturas oprimidas, que las nuevas generaciones, a la que pertenece la nieta de Ingel, ven la salvación en el primer extranjero que les ofrece la posibilidad de lucir un par de medias de seda, símbolo de la mitificada abundancia y de la libertad que se disfruta en occidente. Lastimosamente, Zara, la nieta, descubre esta gran mentira en sus carnes cuando cae en las redes de un proxeneta. Huyendo de sus explotadores, ésta va en busca de sus raíces, rumbo a la Estonia libre donde esta la casa que tanto añoraba la abuela, con el olor de la tierra y los sabores de su huerta.
La pregunta que queda en el aire es si puede haber salvación en un mundo aparentemente libre de los regímenes totalitarios, pero en manos se seres sin escrúpulos que cazan a otros seres humanos y los mantienen atrapados en sus redes. A merced de las mafias que trafican con la carne y la consciencia de los más desprotegidos, las víctimas dejan de ser personas y se convierten en mercancías. De momento, parece que le sigue correspondiendo a la literatura despertar la consciencia, como logra Sofi Oksanen en esta trepidante novela que trenza vidas y tragedias, superponiendo tiempos y espacios, dejándonos en vilo en cada capítulo, tejiendo en minuciosas descripciones ese delicado velo de la historia de aquellos países bálticos férreamente arraigados a sus tradiciones, pero dolorosamente atrapados en las redes de las mafias trasnacionales que imponen sus leyes al mundo.

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