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Mostrando entradas de junio, 2012

Thomas Wolfe. Una puerta que nunca encontré

Es muy difícil escribir sobre Thomas Wolfe, un artista químicamente puro cuyo ritmo de escritura sigue los latidos del corazón y nos arrastra con el tumultuoso curso de la sangre, nos lleva hasta el fondo de ese mar agitado a punto de engullirnos. Nos oprime aquella palabra suya no dicha, como un tornado que estallara en la garganta. Con toda razón, Faulkner dijo de él que era el mejor escritor de su generación. Ya me había conmovido con El niño perdido , magistral relato que nos traslada a la infancia y en el que, desde distintos puntos de vista, nos refiere el dolor por la pérdida de un ser querido, en un viaje de ida y vuelta que permite recuperar, a través de la memoria, al niño que hay dentro de nosotros y que se miró en los ojos de una criatura perdida, ese niño irremplazable que se marcho para siempre dejando el vacío de su ausencia en el corazón de quienes lo amaron: el padre, la hermana mayor y el hermano pequeño, que apenas podía balbucir su nombre y que al pronunciarlo, años