El verano que dejamos atrás

Volver de vacaciones en el otoño es como caer de golpe en el campo para iniciar un partido sin entrenamiento. Cuesta retomar los hábitos que le dan sentido a la vida, como este de escribir. Claro que no faltan cosas que contar, todo lo contrario. Mis días de septiembre han pasado volando, pero queda el eco de las voces familiares, de las amistades y, sobre todo, los libros que traigo "de allá" de la Fiesta del libro de Medellín, a la que asistí gracias a mis amigos Darío Ruiz y Lucía Donadío, quien ha hecho posible la reedición de Prohibido salir a la calle en Silaba. Esto motivó la presentación del libro en el entorno de La Fiesta del Libro, así como la invitación de la organización y los encuentros con personas tan entrañables como cordiales, que abundan en esta ciudad, donde la suerte me ha llevado en los últimos años. Estoy en deuda con Medellín por la generosidad de sus gentes y el rigor de quienes ponen en el trabajo la pasión y el respeto por el otro. Esto es lo que me han transmitido las personas con quienes me he cruzado en mis breves e intensas visitas.

Por un lado, me resultó grato el encuentro con los niños y niñas del Columbus School que me sorprendieron con sus preguntas y a quienes dedico afectuosamente mi novela; por otro, reconforta ver las firmas de amigos y amigas en esta impecable revista de cuento Odradek que me ofrece un espacio, entre ellos, Elkin Restrepo de quien traigo La visita que no pasó del jardín -que no se refiere a mí, que si pasé por el Jardín botánico, donde se celebró la Fiesta del Libro, pero me implica-, con poemas como (un) “Tesoro” del que guardo estos versos: "De toda pérdida/ se hace un tesoro, // una luz más rica/ con que acompañar/ los pensamientos. // Un macizo paisaje,/ donde lo hondo/ vuelve piedra/ el afuera…"; también estoy en deuda con los amigos de la revista digital Cronopio, Juan Manuel Zuluaga y Andrés Pélaez que se inventaron la mesa “Cuentos para dormir y despertar", lo que posibiltó la charla con escritora y columnista Ana Cristina Restrepo. Otro recuerdo especial guardo de las entusiastas talleristas (solo había dos señores) de la Biblioteca Pública Piloto que se dan citan con Lucía Donadío para compartir lecturas y que dejaron sus tareas para escucharme. Mi reconocimiento a labor creadora, recreadora, promotora y editora de Lucía que en dos años ha batido record con treinta títulos en Silaba, que reúne en su catálogo a autores colombianos de reconocido prestigio como el propio Darío Ruiz, Freddy Téllez y Ricardo Cano Gaviria, con quienes se inicia la colección de narrativa; igualmenete para las amigas de la editorial EAFIT, Ana María Cano y Esther Fleisacher, también autora de la editorial Sílaba, quienes primorosamente han dado forma de libro al merecido homenaje rendido a Darío Ruiz Gómez en una selección de sus cuentos, Entre muros, que se presentó en la Fiesta del libro. No olvido la mesa que moderó Claudia Ivonne Giraldo en la que participamos con Pola Oloixarac, autora de Tesis salvajes y donde abordamos temas como “la escritura de mujeres” ¿distinta de la “de los hombres”?

Entre los tesoros, reservo para momentos futuros La risa del sol, de Esther Fleisacher, Esperando tus ojos de José Zuleta, El cuarto secreto de Clauda Ivonne Giraldo y Los invisibles pájaros del alma de Oreste Donadío, entre otros. Confío en que su hondura asigne la solidez de la piedra a estos libros que prometen. Es lo que presiento al leer “Amanecer” de este último: "Agujas trasparentes /tejen la luz del sol: /el canto de las aves./ A sus trinos ofrece/ las cenizas despiertas/ de tu corazón”. ¡Gracias, Orestes, gracias a ustedes…!


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